jueves, 25 de diciembre de 2008

En el ocaso de los recuerdos la trascendencia se vuelve nula.
Los parajes no tienen relevancia y la magnitud significativa de las cosas se hace parte del nivel cero.
Las peleas disminuyen en proporción del sinsentido, pero la calma se hace amiga de las noches que planean asentarse en los futuros cercanos y lejanos.
Hemos cruzado la frontera del llanto y del orgullo, no quedan frases, recuerdos ni memorias. El trago en pausa es parte de un recomenzar con un pasado en blanco.
Todo se torna colorido cuando los recuerdos no existen, un fruto más, una risa aletargada de inexistencia predominante.
Todos reimos frente a paraisos desconocidos.

Feliz 2009.

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